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En algún lugar dentro de cada uno de nosotros existe una tendencia farisaica de querer ser reconocidos y aplaudidos por nuestras buenas obras. Queremos que la gente piense lo mejor de nosotros, así que tendemos a envolvernos en lo se le llama "el manejo de la impresión". De manera sutil y a veces no tan sutil exaltamos lo que estamos haciendo para asegurarnos de que los demás se lleven una  impresión realzada de quien somos y de lo bueno que somos.

El antídoto para esto es la práctica de lo secreto. Jesús nos ordena no hacer evidente que estamos ofrendando, orando y ayunando. Por el contrario, debemos participar en estas disciplinas ante Dios con un descuido deliberado de la impresión que causamos en los demás. Debemos estar motivados por el deseo de ser más como Jesús quien buscó sólo complacer a su Padre y no a la gente a su alrededor.

Esta actitud es un golpe de muerte a nuestro orgullo y forja humildad en nuestro corazón. Además nos entrena a resistir los aplausos de la gente y a buscar sólo la aprobación de Dios, sabiendo que Él nos recompensará en su tiempo y a su manera.
 

Oración:

Padre nuestro, tú ves no sólo nuestros actos, sino los motivos de nuestro corazón. Confieso que a menudo trato de impresionar a la gente y echo a perder la bendición de simplemente agradarte a ti. Líbrame del orgullo que alimenta esta motivación equivocada y tráeme al lugar de obediencia sincera y alegre durante este tiempo de ayuno y búsqueda de ti. En el nombre de Jesús. Amén.