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De acuerdo con el Apóstol Pablo, la gracia de Dios es todo lo que necesitamos. La inmerecida bendición y favor del Señor nos sostiene y da fuerzas cuando nos sentimos débiles y carecemos de recursos.

Pablo hablaba por experiencia propia. Mientras viajaba y predicaba audazmente el evangelio, Pablo fue perseguido, golpeado severamente y encarcelado, entre otras tribulaciones (leer 2 Corintios 11:23-28 para más detalles). De tiempo en tiempo, no tenía más que la gracia de Dios para sostenerlo. Sin embargo, ha tenido un gran impacto sobre el mundo, que aún continúa hoy, a través del testimonio de su vida y sus escritos.

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Cuando todo en nuestra vida va bien es difícil decir si estamos dependiendo de la gracia. En tiempos favorables en nuestras finanzas, buena salud, mucha comida y provisión material, etc.; tendemos a dejarnos llevar y relajarnos. Todo esto son buenos regalos y debemos agradecer a Dios por ellos, pero a su vez pueden ser una atracción que nos aleje de nuestra confianza en la gracia de Dios. En tiempos de finanzas desfavorables, enfermedad y otras adversidades, tenemos una medida más precisa de aquello de lo que dependemos.

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El ayuno nos va a forzar temporalmente a depender menos de la comida y más de la gracia. Nos ayuda a reconocer nuestra desesperada necesidad de gracia que es aún mayor que nuestras necesidades físicas más básicas. Aprendemos en nuestra debilidad que la gracia de Dios es realmente suficiente y poderosa.

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Oración:

Padre, gracias por Tu gracia que nos salva y sostiene. Confesamos que Tu gracia es suficiente para todas nuestras necesidades diarias, que no nos falta nada, incluso en circunstancias desfavorables. Permítenos depender de Tu gracia más y más al tiempo que confiamos en Tú a través de cada reto. En el nombre de Jesús. Amén.