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Frecuentemente pensamos que las “disciplinas espirituales” se refieren primariamente a nuestra mente y corazón, y ciertamente éstas deben formar nuestros pensamientos, actitudes y deseos. Pero el Apóstol Pablo dice que la disciplina su cuerpo para poder correr con propósito la carrera cristiana y seguir la pista a Dios. En Romanos 12:1-2 urge también a los creyentes a que “se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios” en suma de “Este es el verdadero culto.”
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Nosotros vivimos y nos expresamos en este mundo a través de nuestro cuerpo. Este debe traerse bajo el mandato de Jesús a través del poder de Su Santo Espíritu, o terminaremos “descalificados”. El pensar, o siquiera orar, sobre adorar y obedecer a Dios no nos hará ningún bien si nuestro cuerpo no coopera. Una verdadera adoración envuelve un abandono total a El de nuestro cuerpo y de todo lo que somos.
El ayuno es un medio de entrenar nuestro cuerpo a la sumisión de Dios. Enseña a nuestra carne que no siempre puede tener lo que desea, que es bueno aplazar la gratificación inmediata y encontrar en Cristo nuestra realización última.
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Por medio del ayuno y la oración vivimos completamente para El todos los días – corriendo la carrera con perseverancia; física, espiritual y emocionalmente. Como un atleta, estamos corriendo hacia la meta para ganar el premio, y nuestro cuerpo disciplinado nos llevará a ella.
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Oración:
Señor, gracias por crearnos temerosa y maravillosamente. Tú has creado el cuerpo en que vivimos y ahora nosotros, a su vez, lo ofrecemos en rendición a Ti. Danos la sabiduría, la fuerza y la perseverancia de ayunar; disciplina nuestro cuerpo de forma práctica para que así coopere con Tus propósitos y traiga gloria a Tu nombre. En el nombre de Jesús. Amén.
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